Cuando veo que mis pensamientos son un desastre, respondo las siguientes cinco preguntas para despejar mi mente.
1. ¿Cuál es mi preocupación? Muchas veces, simplemente nombrar mi preocupación es todo lo que tengo que hacer para calmar mi mente acelerada.
2. ¿Es mi preocupación racional, ilógica, emocional, algo que no puedo controlar, o simplemente ruido? Identificar qué tipo de preocupación estoy teniendo puede ayudarme a encontrar una solución para detener los pensamientos desordenados. Un miedo racional podría resolverse con la creación de un elemento de acción.
3. ¿Tengo miedo al fracaso? Cuando esta preocupación se apodera de mi mente, recuerdo una cita que encontré hace un año por una mujer llamada Martha Mangelsdorf: “¿Qué haría si no tuviera miedo?” La cita me inspira a imaginar cómo me comportaría de manera diferente en una situación dada si no tuviera miedo a fallar.
4. ¿De qué me servirá mi preocupación? La respuesta a esta pregunta a menudo es “para nada”. Si esta es la respuesta, elimnar la preocupación de manera rápida es la única solución para despejar mi mente.
5. ¿Cuánto tiempo adicional debo dedicar a preocuparme por este tema? Hay ocasiones en que un miedo se basa racionalmente y merece mi atención. Programaré la cantidad de tiempo adecuada para dedicarme a la preocupación (cinco minutos a cinco horas) y luego abordaré el problema y solo ese problema durante ese tiempo. Me sentaré con una taza de café y un bloc de notas y encontraré una solución. Un tiempo enfocado para preocuparme evita que la preocupación me frene en momentos en que mi mente necesita estar trabajando en otra cosa.
Finalmente lo que mas seguido me pregunto es si lo que me preocupa estará aun presente en 2, 5 o 6 años y por lo general la respuesta es que no, no estará esa preocupación en tanto tiempo.