Viajar hace que tus prioridades cambien y veas las cosas de manera distinta. La semana pasada salí fuera del país y me di cuenta de muchas cosas. Prestaba atención a cosas o personas que realmente no se lo merecen. Y en una ciudad tan grande como New York donde hay un ritmo de vida muy rápido vi que hay que darle el tiempo que se merece a las cosas que valen la pena de verdad. Estas son 3 cosas que aprendí en “la gran manzana”:
1. Tenerlo todo tan cerca no significa que de verdad debamos tenerlo todo.
New York es una ciudad en la que hay muchísimas cosas y hay abundancia de todo, TODO. Puedes encontrar comida, bebida, ropa, tecnología, todo lo que podrías imaginar en objetos materiales hay en la ciudad. Sin embargo ahí es cuando lo que crees que necesitas se empieza a distorsionar. Es importante darte cuenta que es lo que necesitas y no enfocarte en lo que simplemente quieres.
2. El equipaje refleja tu manera de vivir.
Esto tiene que ver mucho con el primer punto, ya que cuando viajamos tratamos de meter todo en el equipaje. Compramos cosas que realmente no necesitamos o dejamos de lado nuestra libertad para comprar encargos y regalos a todos; y esa misma libertad se transforma en esclavitud a una maleta que no nos permite movernos fácilmente. Prioriza que es lo que está en consonancia con tus valores y tu estilo de vida. Recuerda que el “lo llevaré por si acaso” no existe!
3. El ritmo de vida lo impones tu.
La ciudad de New York te impone un ritmo realmente intenso, donde las personas van realmente rápido a su destino. Siempre están yendo a algún sitio. Esto es algo que hizo dar cuenta que debemos enfocarnos en las cosas que realmente importan. No distraernos en cosas que no tienen importancia. siempre mantener nuestros objetivos presentes.